Hace 10 años, la herida del muro seguía siendo muy visible, en la piel de Berlín y en la piel de las personas. Estaban intentando suturar la herida, enterrarla, olvidarla.
10 años después, Berlín sigue siendo una ciudad en construcción. En construcción física y emocional. Ahora, se construye la historia, o la memoria histórica. La ciudad tantos años dividida quiere recuperar el esplendor de sus años pasados, pero no quiere olvidar. No quiere olvidar los años de terror, y por eso no oculta los restos del tercer reich ni sus consecuencias. No quiere olvidar que una vez estuvo dividida, y por eso quiere dejar constancia, a cada paso, de que una vez hubo un muro, señalándolo, para que nos demos cuenta de no hace mucho, algunos pagaban con la vida atravesar esa franja por la que hoy paseamos sin darnos cuenta.
Fea, pero sexy, como dijo su alcalde en una ocasión. No es una ciudad bonita, sus largas avenidas muchas veces inhóspitas impresionan, pero no gustan. Pero es Berlín. Interesante. Mundana. Acogedora. Alternativa. Un ave fenix que ha resurgido de sus cenizas, y que demuestra que lo volvería a hacer una y mil veces.
Las heridas se han convertido en cicatrices profundas, que dolerán durante mucho tiempo, pero que nos recuerdan que los muros pueden mantenerse años en pie, pero acaban cayéndose.
No hay comentarios:
Publicar un comentario