viernes, 13 de noviembre de 2015

Algunos museos

El arte, en todas sus expresiones, es una medicina para el alma. Una de mis aficiones cuando viajo a una ciudad es visitar sus museos de arte. 

He descubierto que los museos de arte contemporáneo provocan en mí sensaciones muy extrañas. Para empezar, su olor es peculiar, tienen un ambiente diferente. Suelen ser grandes espacios, que dan lugar a la ubicación de obras de todo tipo.

Sin entrar en discutir qué es arte y que no lo es, para mí entrar en el Guggenheim de Bilbao es casi una experiencia religiosa. Una visita al MACBA no suele dejar a nadie indiferente, pasear lentamente por el Peggy Guggenheim en una tarde lluviosa en Venecia se convierte en un recuerdo imborrable y visitar la Tate Modern huyendo de la niebla de Londres llena de luces tu cabeza.

Además de estos museos, he tenido la suerte de visitar otros quizás menos conocidos, pero igualmente recomendables.

El Moderna Museet de Estocolmo, en medio de la nieve:


El  Museo Ludvig, en Colonia:


El  Museo Maecht, en Saint Paul de Vence:





Hay muchos más. El Museo Botero de Bogotá, el Moma de NY, el Centro Pompidou en París, es Baluard en Mallorca... ninguno me ha dejado indiferente, todos han pasado a formar parte de mi catálogo sensorial.

domingo, 22 de febrero de 2015

Noche de ramadán

Una de mis experiencias más interesantes ha sido visitar Marruecos en Ramadán. He tenido la suerte de poder vivirlo dos veces, y las dos han sido inolvidables.

El sol se oculta suavemente detrás la Kutubía, alejándose hacia los palmerales. En la terraza del café de la France se agolpan unos cuantos turistas saboreando el dulce té con menta y contemplando el atardecer.

Desde los cientos de minaretes empiezan a oírse los cantos de los muedines, llamando a los fieles para el rezo del atardecer. De repente, las calles se llenan de gente, hombres que salen de todos los lugares, dirigiéndose hacia las mezquitas. 

La plaza de Jemaa el Fna, y supongo que todas las plazas, se quedan casi vacía mientras se llenan las mezquitas, y los turistas, entre curiosos y ajenos, seguimos disfrutando de nuestro té con menta, esperando a que los restaurantes vuelvan a abrir para dar buena cuenta de una cena.


Galilea

Galilea es una región situada al norte de Israel, donde ocurrió la transfiguración de Jesús, o eso se recoge en los Evangelios.

Pero Galilea es también un pequeño pueblo mallorquín, situado en el extremo sureste de la Tramuntana.

A Galilea se llega por una carretera sinuosa, muy estrecha en algunos puntos, en la que el paisaje va cambiando poco a poco. Almendros, que ahora empiezan a florecer y dentro de unos días estarán en todo su esplendor, naranjos y limoneros cargados de frutos entre algún que otro olivar y pinares que parece que no tienen fin.

Galilea está formada por un pequeño conjunto de casas, algunas prácticamente colgando de un risco de la sierra, y una pequeña iglesia con un placita y dos estupendo bares que merece la pena conocer.

En uno de ellos se come, probablemente, la mejor paella mixta de la isla. En el otro, las vistas hacia el mar (allá lejos) y hacia la sierra son tan espectaculares que quitan la respiración.

Como muchos otros pueblos de la isla, Galilea sigue conservando ese aire de pueblo que tan bien describió George Sand en su "Invierno en Mallorca". Totalmente recomendable, Sobre todo, para conocer esa "otra Mallorca" que no sale en los telediarios.