viernes, 11 de septiembre de 2009

Deshaciendo maletas

Cuando vuelvo de viaje, soy incapaz de deshacer la maleta. La arrincono, durante días en una esquina y voy sacando poco a poco cosas. Como si tuviera miedo de que al salir, se desintegrasen las vivencias y los recuerdos.


Las sandalias siguen teniendo restos del mármol de la Acrópolis, el pareo de la arena de Amarinthos. El polvo de Olimpia sigue pegado a mi camiseta y la magia de Delfos está escondida dentro de las páginas de un libro.


Los restos del viaje se amontonan desordenadamente en una esquina, esperando su momento para ser guardados en una caja junto con los recuerdos de otros viajes o deshechados sin más. Mapas, piedras, tarjetas, facturas, folletos... sólo eso, las fotos y la memoria es todo lo que queda.


Poco a poco la maleta se va deshaciendo, muy poco a poco volviendo las cosas a su lugar. Pero después de un viaje, nada es lo que era.


Después de ver Cranae, quizás entienda a Helena y a Paris. Siempre había estado al lado de los aqueos, pero quizás ahora me vuelva al lado de troyanos. Tras visitar Lepanto, Cervantes ya no es el autor del Quijote, es mucho más. La silueta del Peloponeso ya no es una hoja de parra en el Mediterráneo, es un plano lleno de carreteras, penínsulas, cabos, golfos... es más.

Heracles, Teseo, Ariadna... están en mi maleta. Esa maleta que sigue agazapada en su rincón, esperando a ser despedazada.

jueves, 10 de septiembre de 2009

En construcción

Visité Berlín por primera vez hace 10 años, en pleno proceso de reconstrucción tras la caída del muro. Desde el Reichstag, o la torre de la televisión, se divisaban mares de grúas en los terrenos ocupados, una década atrás por el muro. La franja de la muerte estaba empezando a ser ocupada por edificios de oficinas, periódicas, edificios gubernamentales, viviendas... El ambiente de la calle también se estaba construyendo, las dos ciudades se acercaban, se mezclaban, se hermanaban, se escuchaban. Aunque me imagino que no todos querían escucharse.

Hace 10 años, la herida del muro seguía siendo muy visible, en la piel de Berlín y en la piel de las personas. Estaban intentando suturar la herida, enterrarla, olvidarla.

10 años después, Berlín sigue siendo una ciudad en construcción. En construcción física y emocional. Ahora, se construye la historia, o la memoria histórica. La ciudad tantos años dividida quiere recuperar el esplendor de sus años pasados, pero no quiere olvidar. No quiere olvidar los años de terror, y por eso no oculta los restos del tercer reich ni sus consecuencias. No quiere olvidar que una vez estuvo dividida, y por eso quiere dejar constancia, a cada paso, de que una vez hubo un muro, señalándolo, para que nos demos cuenta de no hace mucho, algunos pagaban con la vida atravesar esa franja por la que hoy paseamos sin darnos cuenta.

Fea, pero sexy, como dijo su alcalde en una ocasión. No es una ciudad bonita, sus largas avenidas muchas veces inhóspitas impresionan, pero no gustan. Pero es Berlín. Interesante. Mundana. Acogedora. Alternativa. Un ave fenix que ha resurgido de sus cenizas, y que demuestra que lo volvería a hacer una y mil veces.

Las heridas se han convertido en cicatrices profundas, que dolerán durante mucho tiempo, pero que nos recuerdan que los muros pueden mantenerse años en pie, pero acaban cayéndose.