domingo, 8 de noviembre de 2009

Viaje al pasado

20 años. Y parece que fue ayer. Pero las imágenes tantas veces repetidas esta semana de la caída del muro de Berlín nos recuerdan que desde ese ayer ha pasado mucho tiempo. Media vida para mí y me sigue pareciendo que no ha pasado tanto tiempo.

Hace 20 años oímos por primera vez las palabras "perestroika" y "glasnot". En la televisión veíamos las imágenes de un señor con un bigote enorme y cazadora de cuero negra, abanderando "solidaritat". Oímos como el telón de acero se abría en Hungría y, horririzados, nos llegaron los ecos de la matanza de Tiananment. Asistimos atónitos a la caída del muro de Berlín, quizás sin saber muy bien lo que significaba. En la Navidad del 89 comimos los restos de la nochebuena con los cuerpos de Causescu y su mujer en un patio de su palacio de Bucarest. Una etapa de la Historia se había cerrado, y se abría la primera página del libro de la nueva Europa.

20 años y yo tenía 20 años. Tantas noches sin dormir (como decía un anuncio). Largas noches de estudio y cortas noches de "marcha". Y tantas risas, y canciones, y conversaciones, y debates, y sueños, e ideales. Nos comíamos el mundo, éramos invencibles, incombustibles. Bailábamos con Simple Minds, Dire Straits, Sting, Madonna, Queen. "Versos satánicos" era nuestro libro de cabecera, aunque no conociéramos su trascendencia y el Club de los Poetas Muertos nuestra película favorita.


Invierno de 1989. Quizás fue la primeva vez que pensé lo que era importante la vida y lo que no. Manolo, un compañero de estudios y novio de una amiga se murió. Así, de repente. Yo no lo sabía, tenía una enfermedad congénita en el corazón. Se murió un sábado por la noche, sentado en el sofá con sus padres riéndose con una película que desde entonces he odiado, "Esta casa es una ruina". La vida de repente tuvo otro significado, porque la muerte había golpeado muy muy cerca, a uno de los míos, a uno de los nuestros. Nada volvió a ser igual. 20 años y sigo recordando su gesto sonriente de cada mañana y muchas, muchas veces, sigo pensando que nunca volvió a ver un amanecer.

20 años. Manolo, Pablo, Lali, Luisa, Nuria, Diego, Raúl, Carlos, Juan, Eduardo, Félix, Sonia, Santi... Qué pequeño era nuestro mundo, tan pequeño que pensábamos que nunca nos íbamos a separar. Y qué pequeño sigue siendo ahora, y qué largos los caminos que hemos recorrido hasta llegar dónde estamos. Y qué felices y desgraciados fuimos aquel año en que el mundo cambió tanto.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Nostalgias

Nostalgia. Saudade. Morriña. La nostalgia (del griego clásico νόστος "regreso" y ἄλγος "dolor") describe un anhelo del pasado, a menudo idealizado y poco realista.

Recuerdos de una cerveza en una noche de junio en Frankfourt Oder. Pensamientos que un día se van a una galería de arte en Gamla Stam de Estocolom y un café humeante. Una puesta de sol en una isla perdida en medio de Atlántico, o tantas puestas de sol perseguidas quince días seguidos.

Nostalgias de mi Mediterráneo. Una cerveza en la muralla de Duvrovnik, una pizza en Campo di Fiori, un ouzo en Patmos, un baño en Spinalonga. Las ruinas de Olimpia, la cueva de San Juan Evangelista, las huellas de los templarios y la sombra amenazante del monte Taigeto.

Rascacielos que nos te dejan vislumbrar las nubes. Vértigo de Manhatan. Mil y una imágenes repetidas en tantas películas, tantas veces vistas y nunca olvidadas.

Luz de París, gris de Londres, niebla veneciana. Noches sin fin de Joensuue y barrio judío de Cracovia.

Acantilados de Dover y verde interminable de los Hihglands.

Tanta nostalgias en un día de gris de noviembre. Tantos recuerdos que no sé por dónde empezar a ordenarlos.



Tantos recuerdos en un noviembre gris...