martes, 5 de abril de 2011

Atardecer


Una de mis aficiones es perseguir aterdeceres. Quizás porque hace mucho tiempo leí la novela "El rayo verde", de Julio Verne, y quiero ver aparecer ese último rayo de sol en un atardecer perfecto. Aunque la moraleja es que el rayo verde está dentro de ti mismo. Aún así, sigo creyendo en él.

Aquí os dejo algunas de mis puestas de sol. Técnicamente no son perfectas, pero a mí me traen muchos recuerdos:

Península de Kassandra, Grecia

Atardecer en Sithonia, Grecia


Lepanto, Grecia

lunes, 4 de abril de 2011

Un viaje a través de la pintura

Una de mis aficiones es la pintura. La pintura me ha hecho viajar sin moverme de Madrid desde las salas del museo Thyssen hasta los jardines de Giverny; mirando un cuadro de Gauguin me he trasladado a Tahiti y ante una obra de Van Gogh mis pulmones se han impregnado del aire seco de los campos de Provenza en verano.

Con Canaletto he paseado por Venecia, una Venecia inventado y mejorada por él que luego difícilmente he podido reconocer en mis viajes.

Monet me hizo descubrir la catedral de Rouen, que en otro tiempo vigiló los amores ilícitos de Madame Bovary y con Sorolla respiro el aire cálido y húmedo del mediterráneo.

Éstos y otros pintores pueblan mi imaginación con viajes, con lugares imaginarios o reales, me hacen recorrer virtualmente paisajes, lugares, edificios, países...

Hay muchas formas de viajar, y la pintura es una de ellas.

París. Algunos sitios para visitar

En palabras de Enrique IV, "Paris vaut bien une messe". Y en las mías propias, cualquier día, momento, hora es buena para visitar París y perdernos por sus calles, sus museos, parques y plazas.

Para quienes vayan a visitar la ciudad de la Luz próximamente o, para quienes quieren compartir sus lugares preferidos, os dejo un listado de los míos. He obviado lo habitual; lo que sobran son guías, webs, blogs... sobre esta estupenda ciudad.

1. Una cañita en el café de la película Amelie: Café Deux Moulins, justo detrás del Mouling Rouge (Rue Lepic).



2. Cena en L'Annexe (rue de 3 Frères, 13), bajando las escaleras del Sacré-Coeur. Bonito y no muy caro.

3. Un café en la Fourmi, en la Rue de Martyns, zona de la Pigalle. Ambiente existencialista y extrañamente romántico.

Para otra comida o cena, a mi me encanta Bouillon Chartier (rue Faubourg Montmatre,7). Muy antiguo, muy abarrotado y con una decoración que nos hará trasladarnos a las pinturas de Toulouse Lautrec.

Para huir del mundanal ruido, nada mejor que un paso por la Isla de San Louis, detrás de Nôtre Dame. En realidad, no tiene nada, pero sí mucho encanto.

Para comprar un libro y disfrutar con una librería muy peculiar, puedes pasear hasta Le Marais. En Mona Lisait, en la Rue Pavée, además de encontrar los libros más raros del mundo, tienen una exposición de los carteles del Mundial 82.


Y ahora... a disfrutar de París...

domingo, 3 de abril de 2011

Cuando una mariposa mueve sus alas en un lado del planeta...

"Ahí donde se queman libros se acaba quemando también seres humanos”. Heinrich Heine 1821

Esta cita, escrita en 1821, premonitoria durante la época nazi, donde tantos libros se quemaron, pero también tantos seres humanos, vuelve a estar hoy en día de plena actualidad.

Los libros son los depositarios del modo de vida, de la forma de pensar, de las ilusiones y de las pesadillas de una sociedad. Destruir los libros de una comunidad equivale a calcinar una parte de su pasado, de su presente y de su futuro.

A lo largo de la historia, ésta ha sido una de las armas utilizadas para vencer al enemigo, para humillarlo, una forma de robar sus pensamientos. Diocleciano quemó libros de la biblioteca de Alejandría, por miedo a las enseñanzas que transmitían; Savaronola hizo arder grandes obras en Florencia y aquí, en España, hace relativamente poco tiempo, se quemaron poemas, ensayos, novelas... nocivas para el nuevo régimen.

Se repite una vez más este atentado contra la integridad de una sociedad. Un insignificante pastor protestante en una insignificante iglesia de Florida anima a sus seguidores, y al mundo entero, a quemar coranes, como muestra de odio hacia la población musulmuna.

El último corán quemado en ese minúsculo rincón del planeta causó una matanza a otro lado del planeta, en Kandahar.

Una muestra más de que Heinrich Heine sigue teniendo razón.