domingo, 21 de septiembre de 2008

Francia, mon amour (1)

Cuando tenía 11 años, antes de empezar 6º de EGB, tuve que enfrentarme a una terrible decisión: ¿qué idioma vas a estudiar? ¿Inglés o francés? Por aquel entonces, la cultura anglosajona ya había conquistado el mundo, pero yo tenía clara cuál iba a ser mi decisión: "Francés". De nada sirvieron los consejos de otras personas "El inglés es el idioma que se va a hablar en todo el mundo", "El inglés es el idioma de los negocios"....

Ya, todo eso es verdad... pero en mi colegio, si estudiabas francés, hacías intercambios con familias francesas y ¡¡¡podías conocer París!!!!

Para una niña de 11 años, cuyo periplo turístico se había reducido a algunos pueblos de León y a una visita a Salamanca (otra ciudad soñada durante mis años de infancia gracias a las postales que mi padre y mis tíos habían enviado desde el Balneario de Ledesma durante sus veranos de cura de la psilicosis), la posibilidad de visitar Francia se me antojaba tan excitante como dar la vuelta al mundo.

Durante casi dos años, me pasé horas y horas buscando información sobre la ciudad a la que iría a casa de una familia (Nevers, pequeña ciudad a las orillas del Loira) y sobre París. Revisé una y otra vez las fotos de mi libro de francés (Je commence), en blanco y negro, que me mostraban el Sena, la Ópera, la Torre Eiffel... Me pasaba noches soñando con estar allí y verlo con mis propios ojos.

Recuerdo a la perfección los dos viajes que hice a Francia con mis compañeros de clase en autobús. Salíamos temprano de nuestro pueblo y llegábamos a dormir a Burdeos, después de atravesar el paisaje llano y verde de las Landas. No visitábamos la ciudad, pero el hecho de dormir en un albergue era tan emocionante para nosotros que no nos imagánabamos nada mejor.


Al día siguiente, seguíamos y atravesábamos ciudades como Limoges y las obras de Futuroscope, Chateauroux, Bourges y llegábamos a nuestro destino, Nevers, donde nos recogía la familia con la que íbamos a pasar una semana. Yo me pasaba horas con la nariz pegada a la ventanilla del autobús, sin perder un detalle. Ríos, palacios, castillos, casitas, paisajes... registraba todo en mi cerebro pretendiendo no olvidarlo nunca.

Íbamos al colegio a diario (yo iba en bicicleta, atravesando toda la ciudad sobre calles adoquinadas) y, el fin de semana lo pasábamos en familia.

Allí comí mi primera pizza (llena de queso, que odio, pero... no me atreví a decirlo), fui a primer parque de atracciones, mi primer zoo, mi primera visión de una santa incorrupta metida en una urna (Sainte Bernadette, patrona de Nevers), visité un castillo del Loira (Le Palais Ducal), me llevaron al circuito de Magny Cours, fui a una fiesta de la Vendimia y, por fin... ¡¡¡París!!!!

Yo me sabía de memoria cómo era la fachada de Nôtre Dame, el perfil de la Torre Eiffel, la silueta del Hôtel de Ville... Mis primeros pasos en París los dí alrededor de las fuentes de la Place de la Concorde (visita obligada en mis siguientes viajes a París), después subí al segundo piso (caminando) de la Tour D'Argent, atravesé los Campos Marte y por último, una visita al Louvre. Nunca se borrarán de mi cabeza las visiones de la "Balsa de la Medusa" y de la "Gioconda", que años después me pareció que había disminuido de tamaño.

Después, una rápida vuelta en autobús para ver el arco de triunfo, l'le de la Cité, y... c'est fini. Sublimes, aquellas seis o siete horas primeras en París que alimentaron mis pensamientos durante todo año hasta que volví a casa de la familia Lorsery a pasar otros diez días.

Ese fue mi primer contacto con Francia, con París, con los castillos, con el paisaje, con los franceses. Me enamoré de Francia a los 12 años y mi pasión sigue intacta. Aquel viaje abrió mi mundo, me hizo interesarme por la pintura, por la arquitectura, por la gente de otros países. Aquella decisión de estudiar francés cambió mi vida para siempre.

He vuelto muchas veces. Mi segundo intercambio a Nevers, un fin de semana en París con los amigos, otra semana años más tarde con mi sobrino donde pude pisar las calles nevadas, cuatro días innolvidables en agosto con mi chico revisitando mis lugares favoritos de la ciudad de la luz y conociendo otros nuevos, Normandía, Bretaña, la costa azul, la Provenza, Toulouse... Francia me seduce una y otra vez y siempre será uno de mis destinos preferidos.

1 comentario:

el foliot rojo dijo...

¡Qué sorpresa! ;-) A mí París nunca me ha atraído especialmente, o al menos no tanto como otras ciudades, pero escuchar a amigas y amigos hablar de ella y leerte como que me empieza a meter ganas...